Cómo aprendió a tocar guitarra Oscar - Por Harold Mejía Gutiérrez

Era la década de los 70 preámbulo de grandes eventos y acontecimientos como los juegos panamericanos.
En ese entonces las baladas y las rumbas caseras de cuota mandaban la parada.
Oscar y yo estudiábamos dibujo, publicidad y arte en el Sena Cali de la calle 13 con 6ª lugar de gratísimos recuerdos en donde nos conocimos. Recuerdo también que en esa época se hablaba, se pensaba, se dormía y se soñaba en Juegos Panamericanos. A nosotros nos inauguraron comprometiéndonos en la colocación de todos los logotipos o siglas deportivas en los diferentes escenarios y coliseos.
De esto recuerdo más exactamente en las piscinas Panamericanas que en los tableros donde se anunciaban los marcadores de las competencias decía grande e iluminado “Bienvenidos, Harold y Oscar”. Dije yo: “Miércoles, aquí ya somos importantes”, a lo que jocosamente contestó Oscar que se trataba de su hermano Jaime Vargas López, quien para ese entonces hacía prácticas en sus estudios de Ingeniería Eléctrica de UNIVALLE.
En una de esas charlas inolvidables con el Oscar le pregunté si sabía tocar guitarra, a lo que me contestó que sí, y me preguntó lo mismo y de insofacto le dije que sí. Al otro día tuvimos que dedicarnos a hacer un curso acelerado de guitarra porque ninguno de los dos sabíamos.
El caso es que para cubrir esa mentira tuve que decirle a mi tío Edgar Mejía Hurtado, compositor y cantautor, que me enseñara. Oscar en compañía de su ingenio se consiguió una tabla y un cancionero con los tonos. En la tabla dibujó el trazado del diapasón de la guitarra y así repasaba aprendiendo en la correspondencia virtual de ese tiempo. Después uno de sus tíos Villa Marín de la Flora le regaló su primera guitarra en donde cabe este poema:

Puse mi amor en la mesa
Y el corazón en la guitarra
Mi vida se volvió intensa
Desde mi primera farra

Cuando Oscar se compró su primera guitarra de trabajo profesional, le regaló a mi hijo Harold su primera guitarra. Después de presentar esta guitarra en sociedad viajaba alegremente en mi hombro cuando la solté para abrir la puerta de mi casa, cayéndose y quedando así de esta guitarra casualmente el diapasón.