Quiero manifestar, no un agradecimiento por todas las expresiones de amor por Oscar, sino un compartir con todos, este mismo sentimiento. No es solamente el dolor de madre, esposa, hijos, hermanos, cuñados, tíos, sobrinos, primos, suegra, sino el de todos los hermanos de la vida, cómplices y partícipes del concubinato con la vida como dice León Octavio. Compartimos no solo un dolor por su ausencia sino también el amor y la fuerza de su presencia que siempre vivirá en nosotros.
Nos dejó a todos una huella imborrable por su grandeza y sabiduría del sentido que el tenía de la vida y a la misma muerte y su desapego por todo lo superficial.
Además de todo lo que sembró entre sus amigos, dejó dos hermosos seres, José Miguel e Inti Andrés en quienes corren por sus venas la misma sencillez, fuerza y grandeza de su padre.
Quiero compartir esa sonrisa que me llenaba en mayores proporciones que un beso o un abrazo.
Es todo esto lo que nos reconforta para continuar cada uno nuestro camino.
Podemos estar todos seguros que a quien Oscar conservara a su lado o en sus afectos era porque el sentimiento era recíproco y vibrábamos en su misma dimensión.
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Quiero agradecer al Servicio Médico de la Universidad del Valle que nunca le negó a Oscar lo que necesitó, como también al Doctor Adolfo Vera de quien quiero resaltar la calidad del ser, como persona, médico y hermano de la vida, y quien sin ser su médico tratante, tuvo además de sus conocimientos, sus oídos y visión altamente desarrollados para escuchar a Oscar y detectar su disfunción cardiaca.
Nos dejó a todos una huella imborrable por su grandeza y sabiduría del sentido que el tenía de la vida y a la misma muerte y su desapego por todo lo superficial.
Además de todo lo que sembró entre sus amigos, dejó dos hermosos seres, José Miguel e Inti Andrés en quienes corren por sus venas la misma sencillez, fuerza y grandeza de su padre.
Quiero compartir esa sonrisa que me llenaba en mayores proporciones que un beso o un abrazo.
Es todo esto lo que nos reconforta para continuar cada uno nuestro camino.
Podemos estar todos seguros que a quien Oscar conservara a su lado o en sus afectos era porque el sentimiento era recíproco y vibrábamos en su misma dimensión.
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Quiero agradecer al Servicio Médico de la Universidad del Valle que nunca le negó a Oscar lo que necesitó, como también al Doctor Adolfo Vera de quien quiero resaltar la calidad del ser, como persona, médico y hermano de la vida, y quien sin ser su médico tratante, tuvo además de sus conocimientos, sus oídos y visión altamente desarrollados para escuchar a Oscar y detectar su disfunción cardiaca.
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